Nuestro Ensueño

Sostiene el autor de un ensayo titulado Sapiens, que la civilización humana progresó ingeniando mundos y quimeras. Que el hombre es hombre porque es un gran soñador, creador de mundos imaginarios, un fabulador sin límites. La capacidad imaginativa, por tanto, sería una facultad básica. Y ahora pienso yo, burdamente, que para ser un gran soñador hace falta imaginación, mucha imaginación.

Los aficionados al llamado “modelismo” son unos soñadores más, que para lograr sus fantasías siempre están dispuestos a reproducir lo grande en lo pequeño.  A su manera, en su imaginación y hobby, poseen el mundo, y lo poseen tanto más cuanta mayor habilidad tengan para miniaturizarlo. Tampoco es nuevo: el mundo imaginativo y de lo diminuto tiene mucho que ver con el ensueño gulliveriano reflejado por la literatura.

La miniatura facilita el ensueño  porque su naturaleza diminuta se fija y se abarca con mayor facilidad, despacio, al ralentí…  En esos espacios a escala tan diminutos los valores se condensan y se enriquecen prácticamente sin límites, siendo  la paradoja ya seductora. Hay que detallar el espacio tan minuciosamente como se pueda, para encerrar todo en un espectáculo milimétrico de formas y colores. De esta manera intentamos crear un mundo en el que se pasa sin esfuerzo de lo pequeño a lo grande y de lo grande a lo pequeño. Por eso nos resulta fascinante y valioso, nos parece más que real, soñado.

Todas las cosas pequeñas piden lentitud laboriosa y para conseguirla es preciso un gran ocio, y una estancia tranquila y acogedora para miniaturizar nuestro mundo. De alguna manera ya lo intuimos de antemano, y cuando nos sentamos  en nuestra mesa de trabajo nos disponemos a poner paz en los dedos que sostienen nuestros pinceles, y con estos y la imaginación mezclamos los colores, vislumbrando el mundo que intentamos reproducir. En el proceso, el sosiego nos invade. 

Nuestro sueño miniaturizado  nos trasporta  fuera del mundo cotidiano y nos sitúa en otro en donde las transposiciones de tamaño prestan una doble vida, en donde se puede ser y estar, y en la que de otra manera nos resultaría imposible. Como dijo un famoso escritor portugués, “Amo los paisajes imposibles y las grandes zonas desiertas de las llanuras donde nunca estaré”.

José Antonio Fernández Mayoralas