Munio Alfonso: Un frontero de Leyenda

Si buscamos información sobre este personaje, en un diccionario tenemos:

Munio (Alfonso) Guerrero español del siglo XII que, por sus proezas y hazañas figura en la historia como personaje legendario. Nombrado por Alfonso VII príncipe de sus milicias, penetró con sus huestes por Andalucía, derrotó e hizo prisioneros a los emires de Córdoba y Sevilla, y salió victorioso en cuantos combates libró; siendo alcalde de Toledo continúo guerreando con fortuna hasta perecer en el combate de Pozos de Algodor.

En la bibliografía podemos encontrar una obra sobre este personaje.

  • “Munio Alfonso: drama trágico en cuatro actos” de Gertrudis Gómez de Avellaneda

También encontramos referencias de Munio Alfonso en:

  • La “Cónica Adefonsi Imperatoris” (1153-57) escrita por un autor anónimo en latín. En ella se relatan los hechos acaecidos durante el reinado del llamado Imperator,  Alfonso VII de León y Castilla (1126-1157).

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Corre el año 1085, cuando Alfonso VI conquista Toledo, logrando gran prestigio y admiración entre los cristianos.

Los musulmanes no se quedan inactivos. Las Taifas (pequeños reinos y principados musulmanes independientes que surgieron tras la caída de los califatos en Al-Ándalus) de Badajoz y Sevilla piden ayuda al norte de África, los Almorávides (monjes-soldados surgidos de grupos nómadas provenientes del Sáhara) acuden a la llamada y, en 1086, derrotan a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas. Este revés será el punto de partida de unos muy difíciles últimos años en su reinado.

La Reconquista se frena bruscamente, se pierden varios territorios de frontera. El equilibrio de fuerzas es precario, se combate, se firman unas alianzas y se rompen otras o simplemente cambian, todo es inestable, ni los de Cristo ni los de Alá consiguen afianzar su dominio sobre el contrario.

Esos enfrentamientos perdurarán varias décadas, la pugna por el dominio peninsular se estanca y empieza la denominada Guerra de frontera.

No hay grandes ejércitos, sobre todo son hombres a caballo que realizan ataques rápidos gracias a su gran agilidad. En las zonas que atacan asestan golpes contundentes y precisos, desapareciendo rápido, sin dar tiempo de reacción al enemigo.

Estos rápidos ataques a castillos y pequeñas poblaciones se denominan algaradas o cabalgadas. El objetivo perseguido es el robo de ganado, la destrucción de cosechas, la tala de bosques,.. y todo aquello que debilite la precaria economía de los pobladores y mine su moral obligando a los aldeanos a plantearse la huida hacia lugares más seguros en el interior de sus reinos o taifas.  

En la región fronteriza entre las Taifas y el Reino Castellano-Leonés, en la zona de La Mancha operan los caballeros fronteros, uno de ellos es Munio Alfonso (posiblemente nacido en Galicia según la Chronica Adefonsi imperatoris ?. s. XII  y muerto en Pozos de Algodor (Toledo) el 2 de agosto de 1143).

Munio Alfonso es el prototipo del frontero castellano del siglo XII que, aprovechando el dominio cristiano sobre el Tajo, encuentra un amplio espacio de actuación. Una tragedia familiar, Munio provocó la muerte de su hija, le lleva a elegir una vida arriesgada y peligrosa. En aquellos tiempos para pagar por tan horrible pecado lo más adecuado era elegir un modo de vida peligroso y realizar un cambio radical de su vida.  En principio tenía intención de peregrinar a Jerusalén, pero finalmente decide convertirse en frontero.

Son guerreros austeros, duros y curtidos, los cristianos proceden de tierras segovianas, salmantinas, abulenses,… mientras que, principalmente, hay gentes de Córdoba, Sevilla y Jaén entre los de Alá.

Para acaudillar las tropas se eligen los nobles cristianos más aguerridos y diestros en el arte de la guerra. Suelen ejercer como alcaides, son responsables de tener un ejército suficiente y en condiciones además de mantener en perfecto estado su plaza y su castillo. Estos suelen construirse en lugares de fácil defensa y con buen control de las rutas comerciales y de buen dominio sobre las tierras adyacentes.

En un emplazamiento excepcional, sobre una formación rocosa, se alza imponente el castillo de Munio. Inexpugnable, domina el valle, desde sus torres y almenas se divisan las poblaciones vecinas en varios kilómetros a la redonda. Este lugar estratégico fue elegido hace más de doscientos años cerca de una calzada romana que controla la ruta de Andalucía con la meseta.

La alcaidía más apreciada en la zona cristiana es la de Toledo. Munio Alfonso fue gobernador de Mora y nombrado alcaide de Toledo por el emperador Alfonso VII, fue uno de sus mejores caudillos.

Los musulmanes tienen en Q’al at Rabah (Calatrava), la única al norte de Despeñaperros, su plaza más codiciada.

La primera referencia escrita que se hace de este noble originario de Galicia narra cómo, en 1131, la tropa de Munio Alfonso se une al entonces alcaide de Toledo, don Gutierre Armildez para frenar una enérgica incursión musulmana.

Los jinetes musulmanes se dejan ver por los cristianos, simulan miedo y huyen, son perseguidos por un centenar de jinetes comandados por Munio Alfonso y Gutierre Armilez. Cuando están lo suficientemente lejos de la protección de su ciudad, los almorávides vuelven grupas y un buen montón de musulmanes salen de los lugares donde se habían escondido para aniquilar a los cristianos. Munio es uno de los pocos que sobrevive a esta cruenta emboscada pero es capturado y trasladado a Córdoba. Es torturado y debe esperar en una sucia y húmeda mazmorra el pago de su rescate (oro, plata, animales y armas) exigido por los de Alá. Una vez liberado vuelve a Mora con gran rabia y enormes deseos de venganza.

Durante un tiempo los golpes de mano y las algaradas se suceden sembrando muerte y destrucción a diestro y siniestro.

Munio Alfonso se traslada a la frontera castellana incorporándose a la expedición real contra los almorávides. Curtido en la guerra de fronteras con sus característicos golpes de mano, escaramuzas e incluso asedios a pequeños castillos y aldeas, es un verdadero líder de sus hombres, carismático y victorioso frente a los musulmanes. Sus grandes capacidades para la estrategia y las tácticas de guerra hacen de él uno de los grandes caudillos cristianos en la reconquista de la Península.

En 1139 pierde el Castillo de Mora a manos de los emires de Córdoba y Sevilla. Avergonzado por la pérdida decide hacer la guerra.

Munio consigue captar la adhesión de un grupo de compañeros de armas, gentes de Talavera, Madrid, Guadalajara, Ávila y Segovia. Su ejército es grande, 900 caballeros y más de mil infantes. Pronto su tropa se hace famosa por sus golpes de mano, celadas y encuentros favorables con agarenos (musulmanes andalusíes) y moabitas (almorávides norteafricanos). Incluso, entre los islamitas, corrió la voz de un gran guerrero, como si temieran la aparición de un nuevo Cid Campeador.

Se aventura por las taifas, más allá de la frontera, sembrando destrucción y devastación en las poblaciones y derrotando a todo musulmán que se atreve a hacerle frente.

Alfonso VII le nombra “Princeps militiae Toletanae”, en reconocimiento por sus victorias.

De vuelta de una algarada, en 1143, al paso cansino del ganado capturado, son alcanzados por un gran ejército musulmán. Pueden abandonar a los animales y emprender la huida para no enfrentar al gran ejército que los persigue, pero Munio Alfonso no es de los que rehúyen la lucha, cerca de Montiel espera a las huestes de los emires de Córdoba y Sevilla y se presenta frente a ellos en orden de combate.

Entonces arenga a su tropa:

Veo que detrás de nosotros vienen los reyes moabitas con una gran tropa de caballeros y peones. Apresurémonos ahora, vayamos al matorral de Montiel y esperémosles allí con nuestras tropas dispuestas.

También Avenceta, el gobernador almorávide, dirige unas palabras a los cristianos:

¡Oh locos cristianos, hijos de perra, de qué modo habéis venido a perder vuestras cabezas!

Los arqueros ismaelitas nublan el Sol con una andanada de flechas. Munio Alfonso y sus cristianos se lanzan en rápida cabalgada sobre la tropa andalusí:

Hijos de los cristianos de Dios, confortaos y luchad con audacia y valentía contra Avenceta, rey de Sevilla, que es el más fuerte de los musulmanes, puesto que, si Avenceta fuere vencido o matado todos están vencidos”.

En breve lucha los caballeros de Toledo Pedro Alguacil y Roberto de Mongomariz, superan la guardia de Avenceta, y cercenan la cabeza del gobernador almorávide. Este hecho desencadena la huida en masa de los infieles que son perseguidos y cazados por los fronteros. En su huida cientos de musulmanes son ensartados por las lanzas, tajados por los aceros de las espadas o pisoteados por los caballos cristianos. El mismísimo Munio alcanza, derriba y ensarta con su lanza a Azuel, el emir de Córdoba.

El botín arrebatado en la anterior algarada es incrementado en cientos de armas y armaduras, multitud de camellos, caballos y mulas, ricos arneses y vestiduras y las banderas y estandartes del enemigo  todo ello seguido de una larga procesión de prisioneros encadenados.

Al llegar a Toledo entra por la Puerta de Alcántara y tras cruzar el puente, la triunfante tropa es recibida por los habitantes de la villa con gran algarabía.

En la Iglesia de Santa María esperan la emperatriz Berenguela y el arzobispo Raimundo, asimismo, es llamado el emperador Alfonso VII. Tras dar gracias a Dios, el séptimo Alfonso reparte los bienes del botín y dispone que, de la más alta torre del Alcázar sean colgadas las cabezas de los caudillos principales, los gobernadores de Córdoba y Sevilla.

Oración del emperador tras la victoria de los fronteros:

Bendito sea Dios nuestro señor, creador de todas las cosas, terrible y fuerte, justo y misericordioso, que es el único rey bondadoso, el único justo, omnipotente y eterno, que os libró de la espada de estos reyes y de la garra de los musulmanes y que a mí y a sus fieles siempre nos libra de todo mal.

La derrota de andalusíes y almorávides en los campos de Montiel es el punto álgido en la vida de Munio Alfonso.

El Sultán quiere venganza, nombra a Avengania gobernador de Córdoba, Granada, Sevilla y Carmona, y le ordena adentrarse más allá de la frontera, sembrando la destrucción y muerte allí por donde pase.

Del sultán a Avengania:

Toma en abundancia oro y plata de mis tesoros, vete al territorio de los cristianos y véngate de los nuestros hermanos los reyes que han muerto. Que tu espada no perdone ninguna región suya y somete toda ciudad fortificada y plazas fuertes en beneficio mío y tuyo.

Con gentes de Úbeda, Baeza, Calatrava y muchas más poblaciones fronterizas se levanta un ejército capitaneado por Al-Faray (Farax para los cristianos) que tiene como principal objetivo encontrar al frontero y a su hueste para mandarlos a dar cuentas a su dios.

Mientras, la mesnada de Munio Alfonso, medio centenar de caballeros, se aventura hacia el sitio de Calatrava para conocer las intenciones del musulmán.  Apresan a un enemigo y lo llevan para que Munio lo interrogue:

“MUNIO ALFONSO:¿De quién eres tú, de donde eres y adónde vas?

MUSULMÁN: Yo soy un servidor agareno, esclavo de Farax, adalid de Calatrava y mi señor me ha enviado para acecharte.

MUNIO ALFONSO: ¿Dónde está el adalid Farax?

MUSULMÁN: He aquí que me sigue a mis espaldas con una multitud de caballeros y peones llevando consigo camellos, mulos, caballos y asnos cargados de harina y toda clase de alimentos que pueden comerse, con el fin de fortificar el castillo llamado de Mora y después de esta multitud sigue el adalid Farax junto con una gran muchedumbre de moabitas y agarenos, caballeros, peones y ballesteros, cuyo número es casi de cuatro mil. Y han venido con intención de matarte a ti y a los que están contigo, si pueden encontrarte en algún lugar.”

El primer encuentro con la vanguardia enemiga es favorable a Munio que, aprovecha la confusión y vuelve al castillo de Peña Negra, donde es alcaide Martin Fernández.

Los cristianos henchidos de orgullo y confianza salen para encararse con el ejército musulmán, el enfrentamiento se produce en Pozos de Algodor, cerca de Mora.

La batalla es brutal, la lucha encarnizada, muertos y heridos se van acumulando, el cansancio se adueña de los dos ejércitos y se separan para tomarse un respiro.

Viendo que la situación se complica, Munio se dirige a Martín:

“Don Martin, sepárate de mí y todos tus caballeros, vete a Peña Negra y protégelo con diligencia, no sea que vengan los moabitas y los agarenos por el lado opuesto y ocupen el castillo y se originaría una gran confusión en el Palacio de Nuestro Señor el Emperador. Por lo demás, mis compañeros y yo lucharemos con ellos; suceda tal como la voluntad del cielo haya dispuesto”

Munio se sacrifica para que Martín pueda defender Peña Negra y también le dirige unas palabras a su hijastro:

“Vete a Toledo, a casa de tu madre y cuida de ella y de mis hijos, tus hermanos. No quiera Dios que tu madre quede privada de ti y de mí en un solo día.”

El joven le responde:

“No iré, sino que moriré aquí contigo.”

Munio le golpea con la contera de la lanza para imponer su voluntad obligando al joven magullado marchar hacia Toledo.

Con gran violencia se reanuda la lucha y, poco a poco, se decanta a favor de los musulmanes. El ejército cristiano es mermado bajo las flechas, lanzas y espadas infieles y van cayendo los fronteros de Munio, finalmente no quedando ninguno en pie.

Así, un dos de agosto del año del señor de 1143, cae el frontero luchando e incrementando su leyenda.

Gracias al sacrificio de Munio y algunos de sus hombres el castillo de Peña Negra no fue tomado.

La crónica de Alfonso VII recoge las siguientes palabras:

“Oh Munio Alfonso, sufrimos por ti. De la misma manera que la esposa ama a su marido, así te amaba Toledo. Tu escudo nunca vaciló en el combate y tu lanza nunca se volvió atrás; tu espada no regreso de vacío. No anunciéis la muerte de Munio Alfonso en Córdoba y Sevilla, ni la anunciéis en el Palacio de Taxufin, no sea que se regocijen las hijas de los moabitas, salten de alegría las hijas de los agarenos y se entristezcan las hijas de los toledanos”.

Pero no será tal como quisiera el séptimo Alfonso. El cuerpo de Munio es descuartizado exhibiendo los diversos miembros por varias localizaciones. Su cabeza viaja, para regocijo de la viuda de Azuel, a Córdoba en primer lugar, posteriormente a Sevilla, de dónde era emir Aranceta y, finalmente, cruza el estrecho y acaba en el palacio de Tasufin.

Cuando Alfonso VII conoce la noticia de la exitosa venganza de los de Alá, se sume en una profunda tristeza y, reúne gentes de Galicia, Castilla, León y Extremadura para una algarada de represalia.  

Con este gran ejército entra en Al-Andalus y arrasa tierras de Carmona, Córdoba, Sevilla, Úbeda y Baeza, llegando incluso a Granada y Almería. La Reconquista continúa y… , esto ya es otra historia en la que participarán otros protagonistas, por tanto, lo dejaremos aquí para abordarlo en alguna otra ocasión.

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LAS PIEZAS

MUNIO ALFONSO CAPTURA A UN MUSULMÁN.

Antonio Zapatero, Paco Ruíz y Alejandro Labourdette

Con idea de realizar algo en conjunto para el display medieval que presentamos en el concurso de Model34 realizado en la Casa de Campo de Madrid en mayo de 2023, se nos ocurrió que podríamos aprovechar alguna de nuestras figuras de 30mm y completarlo con el magnífico trabajo de Antonio Zapatero.

Para esta viñeta hemos utilizado las figuras medievales de la viñeta conmemorativa del «X Certamen Tierras de El Cid”. Esta fue modelada por Antonio Zapatero y se produjo en resina, dos figuras a caballo y un peón.

Para uno de los caballeros vienen dos posibles versiones, dos cabezas. Es la figura central con idea de representar a Fernán González, primer conde de Castilla; o al rey Pedro II de Aragón en la batalla de Las Navas de Tolosa, tal y como está en el cuadro de Augusto Ferrer Dalmau. Para desarrollar nuestra idea inicial necesitábamos un musulmán de alto rango rindiendo su espada a Munio, este personaje fue modelado magistralmente por Antonio Zapatero e incluso, se modeló otros cuatro peones y un cruceiro para que nuestra escena fuera un poco más completa y llamativa.

El musulmán apesadumbrado por su derrota ofrece su espada a un caballero (Munio) sobre su montura. Munio mira hacia el cielo, no por altivez sino todo lo contrario con esta actitud  está ofreciendo esta victoria a su Dios. Otro frontero a caballo sostiene un estandarte. Estos dos caballeros están flanqueados por los peones que portan distintas armas, sobre todo lanzas, algún hacha y alguna maza. Los peones observan la escena henchidos de orgullo y admiración; orgullo por la reciente derrota infringida al infiel y admiración por su líder, Munio, que es el primero al entrar en combate y el último en abandonarlo.

Después de distribuir las figuras en una peana del adecuado tamaño, repartimos las piezas a pintar entre Paco Ruiz y Alejandro Labourdette.

Una vez terminadas las pegamos en un pequeño terrenillo que realizamos para tal fin.

MESNADA CASTELLANO-LEONESA

Alejandro Labourdette

Recogiendo la información para el presente artículo, y ya que tenía varias figuras de 30mm guardadas en el cajón esperando a ser pintadas, se me ocurrió realizar un pequeño dioramita representando una mesnada de caballeros y peones cristianos durante el siglo XII.

Utilicé la misma viñeta de Burgos, comentada anteriormente, y completé con otras cinco figuras a pie y una a caballo (el Rey Alfonso) de la marca Reconquerer Design.

El diorama representa una zona con un pozo de agua, imprescindible hacer acopio del líquido elemento para suavizar los gaznates en las tierras de la Mancha después de duros combates. El otro elemento arquitectónico es un cruceiro al borde del camino, símbolo de la religión profesada por estos arduos guerreros y marca de los terrenos reconquistados a los islamitas.

El Rey, en primer plano a la izquierda, sobre un caballo engalanado, sosteniendo la bandera de Castilla-León y portando un escudo rojo-sangre embellecido con la cruz de Cristo. A su espalada otros dos caballeros montados, uno de ellos con el estandarte de Castilla y el otro con el escudo en el que se han dibujado el emblema de Castilla y el de León.

A pie vemos, alrededor del pozo, a cuatro caballeros y dos peones preparados para la batalla.

A la derecha, con semblante serio, el que parece de mayor rango, otea el horizonte, posiblemente elaborando en su cabeza la estrategia del combate. Más atrás, un poco separados como señal de respeto hacia el anterior y, parece que para no interrumpir sus cavilaciones, a una distancia prudencial un grupo de tres caballeros.

Uno señala algo en lontananza al que tiene a su izquierda, que lleva puesto hasta el casco con protección facial, la pelea parece inminente. El tercero hace sonar el cuerno que llama al resto de la mesnada y transmitirá, de forma muy simple y fácilmente reconocible para toda la tropa, las órdenes en el fragor de la lucha imponiendo su sonido por encima el tumulto, vocerío y galimatías de la lucha. Detrás dos peones aguardan con sus lanzas dispuestas.

SAGRAJAS

Paco Ruiz

En el año 1086, el 23 de octubre, en Sagrajas (Zalaka para los musulmanes), cerca de Badajoz, las tropas cristianas de Alfonso VI se enfrentan a los almorávides de Tasufín.

La batalla comienza al amanecer con el ataque del rey Alfonso. Tasufin divide su ejército en tres divisiones; la primera mantiene el combate con los cristianos hasta bien entrada la tarde. La segunda con Tasufin a la cabeza, rodea a los cristianos que, poco a poco, van cediendo terreno. Es entonces cuando Tasufin ordena la entrada en combate de la tercera división, formada por guerreros senegaleses que acaban la batalla.

Las bajas entre los de Alfonso son considerables. El rey, herido en una pierna, consigue huir y sobrevive.

Esta pequeña viñeta representa la desesperación de los cristianos, posiblemente al final de la batalla, cuando todo está perdido. El ejército de Alfonso se desmorona y comienza la huida.

Un caballero arrastra a un compañero herido en un vano intento de salvarle la vida. Mientras, un poco más atrás, otro guerrero a caballo les apremia para que salgan de ahí lo antes posible. No hay nada que hacer, solo queda poner tierra de por medio, aceptar la derrota e intentar recomponer el ejército para buscar, en otro momento, un enfrentamiento con los musulmanes en una situación más ventajosa.

Las figuras son en 30 mm también de Reconquerer Design y viñetilla ha sido realizada por Paco Ruiz.

Alejandro Labourdette