Las levas heroicas de Igueriben. 1921 (2/3)

Desarrollo

El contexto histórico

Los tres centenares de españoles del Regimiento de infantería de Ceriñola y algunos policías indígenas con cuatro cañones Schneider y cuatro ametralladoras Hotchkiss a las órdenes del comandante Julio Benítez, tras unas precarias defensas con escasez de agua, y municiones justitas se preparan para el asedio de Igueriben por parte de los cabileños de Abd El-Krim.

Para el abastecimiento, se depende completamente de los convoyes que puedan llegar desde Annual, Igueriben está prácticamente cercado y sin agua, empieza la agonía.

El 17 de Julio la policía Indígena y el 2º Tabor de Regulares de Melilla salen desde Annual hacia Igueriben con un convoy de suministros. Al llegar, la columna es acribillada por los rifeños, la subida hacia el puesto es penosa y muchos dejan su vida en el intento. Muchas cubas son agujereadas perdiendo el agua que contienen, una parte del convoy consigue alcanzar la posición.

Se resiste como buenamente se puede. Los heridos pasan a improvisados hospitales en las tiendas circulares donde la temperatura es alta pero la lona protege del sol directo; ya no queda agua, los víveres se tienen que racionar. La llegada de los prometidos refuerzos desde Annual cada vez se hace más y más difícil.

El tiempo pasa, el Sol convierte la posición en un infierno, la tierra abrasa, la sed es despiadada, los rifeños disparan sobre la posición sin descanso, el bombardeo es implacable, la situación no puede ser más angustiosa, una nueva aguada parece una ilusión; aun así, se resiste y no se va a parlamentar con el enemigo.

La puntería de los rifeños mejora. Sus cañones dejan caer sus obuses dentro de la posición. No hay médico que atienda a los heridos y no quedan medicinas. Los de Igueriben siguen luchando sin descanso. Sus armas son inutilizadas por el uso constante y con un calor abrasador que todo lo derrite. Lo peor sigue siendo la sed.

La propuesta rifeña de rendir la posición es contestada con fuego a discreción y ¡Vivas a España! A pesar de la sed, del calor, de la escasez de víveres, municiones, medicinas, …. Y el fuego constante sobre la posición ¡Igueriben, resiste!

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El Cuadro

En el lienzo definitivo las diferentes escenas se imbrican, con algunas pequeñas modificaciones. El cuadro parece dispuesto en varios planos verticales, de arriba abajo:

El cielo cargado del humo de los disparos y del polvo levantado por la frenética actividad que se vive justo debajo, se ve recortado por los conos de cuatro tiendas y un toldillo de lona a la izquierda del lienzo, que protege del implacable sol a una Hotchkiss y a sus sirvientes. La única nota de color es una pequeña bandera del Regimiento Ceriñola 42.

Más abajo está reproducido el muro de piedra coronado por sacos terreros que protegen la posición. Para romper la posible simetría y dar mayor sensación de terreno tortuoso y difícil orografía, este muro se presenta a dos niveles formando un rincón hacia la mitad del cuadro. Por encima de los sacos terreros se apoyan una quincena de soldados que intentan cubrir la entrada de sus compañeros, asomando lo mínimo posible para eludir los disparos letales de los rifeños. Sobresaliendo de la horizontalidad de la muralla, algo más expuestos que los soldados, están representados dos oficiales dando órdenes a la tropa.  

En primer plano, una poderosa diagonal lleva la mirada del espectador a la penosa ascensión por el angosto y pedregoso camino que debía recorrer la aguada. Los soldados de Artillería e Intendencia, no solo luchan contra los rifeños que los atacan sin descanso, sino también con la dificultad de contener a los mulos y mantenerlos en el camino. Algo más de veinte figuras componen un trágico baile en ascensión buscando el pequeño paso en la alambrada.

El espectador puede hacerse una idea de la situación desesperada que se vivió en esos días observando las caras de angustia y el sufrimiento de los heridos, el esfuerzo de los soldados para tirar de las mulas o la energía de oficiales y soldados en su intento de llegar para socorrer a los de Igueriben. 

Es asombrosa la capacidad de Ferrer-Dalmau para representar aquellas cosas que no se pueden ver:

Enemigo: Parece que se oyen los disparos, se ve como impactan sobre hombres y animales provocando mortales heridas, en las barricas derramando el ansiado líquido, o levantando el polvo del camino.

Calor: El sol lo quema todo. La calima está en el ambiente. Los pocos matojos que hay están resecos. La tierra pedregosa se ve árida e infértil. Consigue infinidad de matices terrosos con colores apagados: todo es marrón, ocre, pardo, gris…

Fuerza física: Hombres tirando de mulas que se resisten a caminar o parando a aquellas que parecen a punto de desbocarse. Compañeros arrastrando a los heridos realizando, todos ellos, un esfuerzo supremo para llegar tras las defensas.

Movimiento, Dinamismo: Realmente cada pequeña escena podría ser un cuadro en sí misma. Figuras al límite, cuerpos retorcidos y caras distorsionadas por el dolor, el coraje, el esfuerzo y la determinación.

Polvo: Un ambiente asfixiante impregna el lienzo. Parece que todo está manchado de polvo. Con el uso del color, matizado en algunas zonas, Dalmau logra esa sensación de polvo en suspensión. Parece que se mastica e incrementa la sed.

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La Miniatura

Las cabezas y manos son comerciales; con masilla se trabajan varios sets de pies y troncos rectos y flexionados para las figuras. Al esqueleto se añaden las diferentes piezas, ajustando su posición final de cada figura, modelando faldones de guerreras, brazos, pantalones y gorras.

En el momento en el que disponemos de las copias en metal, en una de nuestras reuniones de los jueves, portando taladros manuales y brocas de 0,5 al 0,8 como máximo, nos disponemos a realizar la multitud de agujeros necesarios para poder ir “armando” más rápidamente las figuras y poner todos los vástagos necesarios para unir piezas y para que, posteriormente, las figuras queden bien fijas al terreno.

Además del modelado de cada figura, Antonio Zapatero ha realizado algunas de las subescenas que componen el cuadro transformando magistralmente las figuras del lienzo en maravillosas figuras otorgándoles del gran dinamismo que se quiere transmitir en la obra.

Una vez se tuvieron todas las figuras preparadas, realizamos su distribución en el espacio, y las organizamos de varias maneras para ver cuál es la que nos parece más acorde con el cuadro de Dalmau. En muchas ocasiones, es difícil pasar de dos a tres dimensiones pues, en la perspectiva del cuadro, lo que se ve de una determinada manera cuando se realiza con figuras, guardando las distancias entre ellas, no resulta igual de satisfactorio.

Nuestra idea original era plantear un rectángulo, pero no vemos forma posible de hacerlo así. Finalmente, queda una puesta en escena, respetando al máximo la pintura original, en una base cuadrada de 21cm X 21cm.

Ahora pasamos a la fase de pintado de las figuras. Para ello las distribuimos entre todos los que habíamos manifestado interés en participar en el proyecto.

Organizamos las piezas, preparamos paquetes de tres o cuatro figuras y las repartimos, marcando una fecha máxima de entrega. Los que vamos a pintar somos: Ángel Aparicio, Fran Bravo, José Manuel Flores, Luis García, Miguel Ángel García, Pedro Heras, Alejandro Labourdette, Miguel Ángel Pérez, Roberto Ramírez, Elías Ríos y Paco Ruiz.

Mediante técnicas de aerógrafo, a pesar de la pequeña escala y, evidentemente rematando el trabajo con el pincel, Elías Ríos pinta las mulas con un resultado final francamente bueno.

Para el terreno se compra una carísima peana (con gran dolor de corazón del tesorero) de las medidas indicadas y decidimos la disposición del muro defensivo del puesto de Igueriben y del angosto sendero por el que ascenderá la “aguada”.

Una vez distribuidos los espacios construimos el muro rematado con los sacos terreros en su cima y dispuestos en el lateral izquierdo, donde quedará asentada la ametralladora Hotchkiss. El peso de este trabajo recae, en su mayor parte, en el buen hacer de Ángel Aparicio, Luismi García y Miguel Ángel Pérez.

Antes de terminar el terreno, hacemos una prueba colocando las figuras, con idea de rellenar modificar, lijar o aumentar con masilla aquellas zonas en que sea necesario, para que asienten bien todas las figuras y escenas.

Asimismo, fabricamos la cerca que rodea la posición con pequeños postes y alambre enrollado.

Posteriormente, retiramos las figuras y pintamos el terreno con colores ocres, marrones, beiges,.. todos ellos terrosos y muy mates para recrear esa sensación de infertilidad, matojos resecos y ambiente polvoriento que nos transmite Ferrer-Dalmau en su cuadro.

Continuará…..

Alejandro Labourdette