¡¡¡Prietas las filas!!!. Sgto. Rgto. Murcia. Batalla de Almansa, 1707

En la primaveral mañana del día 25 de Abril de 1707 dos grandes ejércitos se encontraban en las llanuras de la población de Almansa. Por un lado el ejercito de la Alianza, del pretendiente de los Austrias a la corona española mandado por Henri de Mausse y el Marques das Minas y por otras las tropas borbónicas del legitimo heredero Felipe V, mandadas por el Duque de Berwick.

En ese momento el espectáculo era sublime. Desplegados los dos ejércitos a lo largo de casi 7 km de frente, grandes formaciones de tropas vestidas de vistosos y coloridos uniformes, nerviosos caballos con jinetes de mirada expectante y todo salpicado por las picas y las banderas mecidas por la suave brisa. Al fondo la villa y el castillo de Almansa entonces dentro de lo que era el Reino de Murcia y cerca de la frontera del Reino de Valencia. El destino de las tropas de la Alianza es ocupar Madrid. Los borbónicos ocupar Valencia.

Para comprender el porqué de este momento, hay que echar la vista atrás y remontarse a 1700, cuando el último heredero de la casa Austria, Carlos II, muere sin descendencia pero dejando por escrito como última voluntad que la corona española y todas sus posesiones pasen a Felipe de Anjou, nieto del rey Francés Luis XIV. El futuro Felipe V acepta el legado y toma posesión del trono.

Pero dada la compleja red de alianzas entre las potencias europeas del momento esto no iba a ser tan fácil. Inmediatamente Leopoldo I de Austria, viendo que la dinastía se extinguía en España forma en la Haya el día 7 de Septiembre de 1701 una Gran Alianza a la que antes se habían sumado Inglaterra, Holanda y varios estados del imperio alemán.
El afán de sus componentes era variado, Austria no quería dejar escapar la corona española, pero Inglaterra y Holanda recelaban de una alianza España-Francia en la que veían una amenaza directa a sus intereses comerciales y políticos.

Durante los años siguientes y paradójicamente, la mayor parte de los enfrentamientos bélicos se van a producir fuera de las fronteras española, en las posesiones de Flandes e Italia, dónde las tropas españolas mermadas en número combaten junto a las francesas por la posesión de estos territorios. Es en 1703 cuando Portugal se adhiere a la Alianza y un ejercito angloholandes hace su entrada en Lisboa y se invade el territorio Español. Antes Cataluña y Valencia se súman a la causa de la Alianza.

Tras una serie de escaramuzas bélicas, ocupación y desalojo de ciudades durante los siguientes años, en los que el joven Felipe V se dedica a reforzar el exiguo ejército español creando nuevos regimientos mejor armados y organizados, llegamos al 25 de Abril de 1707 y los ejércitos borbónicos y de la coalición enfrentados en Almansa.

Los ejércitos borbónicos lo formaban, 22 batallones españoles, 19 franceses y 1 suizo por parte de la infantería y 20 Regimientos españoles y 9 franceses de caballería. Además de tropas de artillería que suman en total unos 28.000 hombres.

El ejercito de la Alianza lo forman 21 batallones portugueses, 17 ingleses y 8 holandeses, reforzados por 57 escuadrones de caballería que suman unos 24.000 hombres.

A las 3 de la tarde, estos dos ejércitos entran en combate con un cañoneo mutuo. La batalla se alargó entre sucesivas cargas y contracargas de la infantería y la caballeria de ambos lados, hasta que las tropas aliadas, cansadas, en inferioridad númerica y mal dirigidas rompieron la formación entre el centro y el flanco, debido al empuje de la caballeria borbónica.
Eran las 5 de la tarde cuando el ejercito de la Alianza se rinde, dejando 18.800 hombres entre muertos, heridos y prisioneros. El ejercito borbónico pierde unos 3.500 entre muertos y heridos.

La victoria de Almansa fue fundamental para el joven Rey Felipe V, que pudo ocupar Valencia y consolidar sus posiciones. Aún así, la guerra continuó hasta el año 1713.

Nuestro sargento, encuadrado en el Regimiento Murcia que formó parte activa e importante en la batalla viste con el nuevo uniforme blanco que se estableció en 1707 y que estrenó unos meses antes de la batalla. Confeccionados al principio en Francia, seguían la moda europea del momento, con grandes casacas de amplio vuelo y con puños de color de la divisa del Regimiento (azul en este caso). El uso del sombrero acandilado se fue imponiendo y se alargó durante todo el siglo XVIII.

Los sargentos de la época utilizaban como distintivo de su grado la alabarda y una espada corta para el combate cuerpo a cuerpo. Además era habitual el uso de la vara para castigar a los soldados más reacios al cumplimiento de las ordenes.

En este caso nuestro sargento avanza al frente de sus tropas, justo detrás de los oficiales y a la vez que sigue el paso, vigila que nadie rompa la formación, sabe como veterano que el choque con el enemigo va a ser brutal y solo una rígida y estricta disciplina de combate puede dar la victoria, por eso se vuelve cada pocos pasos para gritar a sus hombres:

¡¡¡¡¡¡ PRIETAS LAS FILAS !!!!!!

Antonio Meseguer