Batalla de Almansa

Hace unos meses tuve la suerte de asistir a varios eventos en el museo L’Iber de Valencia. A parte de esas otras actividades, para las que el propio edificio es ya de por sí una maravilla, el director del museo, D. Alejandro Noguera, tuvo el detalle de hacernos una visita guiada y contarnos un buen número de cosas en torno al museo. Aunque en un error de síntesis excesiva podríamos definirlo como un museo de miniaturas, en realidad el lugar es más que eso, aunque ciertamente como museo de miniaturas es una auténtica joya.

Quince habitaciones repletas de vitrinas, a su vez estos muebles poblados de miniaturas a rebosar, que suman más de mil metros cuadrados con el objetivo principal de dar a conocer la historia a través de las figuras y los dioramas. Con este objetivo, es obvio que sus principales visitantes son los colegios, pero el museo es atractivo para cualquiera y mucho más para nosotros, aficionados al mundo de las figuras.

La colección del museo sobrepasa el millón de figuras, aunque según nos comentaron, llegó un momento en que dejaron de contar y catalogar para poder acometer la tarea de exponer. Y la exposición va desde la prehistoria hasta la guerra de Irak. Por supuesto, no todo tratado con igual profundidad, pero así nos hacemos una idea del volumen. Alejandro Magno, Roma, Edad Media, escenas de la vida cotidiana, hechos claves en la historia de España… hay para todos los gustos.

Hay muchas figuras, pero ya que el interés del museo es explicar la historia a través ellas, lo más destacado son los dioramas. El museo presenta un buen número de viñetas o dioramas, de todas las épocas. Carreras de cuadrigas, escenas del antiguo Egipto o batallas medievales, por citar algunos casos. Pero hay algunos casos que me gustaría destacar.

Tirant lo Blanch

Para comenzar, la representación del torneo de Tirant lo Blanch, celebrado en Oxford y narrado por Joanot Martorell en dicha obra. Una enorme viñeta, con figuras de 54mm, con un gran trabajo de documentación detrás y que merece la pena ser vista. Junto a esta obra hay una serie de vitrinas que muestran desfiles y formaciones de las guardias españolas que han escoltado y protegido a nuestros reyes y jefes de estado a lo largo de los siglos. Otra viñeta muy interesante, por el concepto y por la cantidad de figuras, es la procesión del Corpus Christi. Más de 1.200 figuras representando dicha procesión, con un buen trabajo de investigación, y que casi ocupan la habituación entera, que además era la antigua capilla de la casa. Estas figuras tienen el “mal del plomo”, que nosotros los figureros hemos oído comentar y que supongo algunos habrán sufrido. A pesar del continuo proceso de limpieza y restauración, el mal se hace visible y palpable en estas figuras procesionarias.

Una de mis favoritas es otra sala relativa a la historia de España y que resumiré con las propias palabras que Alejandro Noguera, el director, usó al presentarla: “esta sala son los Episodios Nacionales de Galdós”. Una maravilla de representaciones de los hechos que marcaron el devenir de España en el siglo XIX. Como detalle, para mostrar la seriedad histórica del museo, basta saber que al diseñar una de las viñetas en la que aparece un general o político (no recuerdo exactamente) junto a su coche, el museo se puso en contacto son la familia del mismo para averiguar el modelo exacto del coche. Conocido el detalle, se representó con total fiabilidad el mismo.

Y he dejado para el final dos joyas que, personalmente, encuentro más que atractivas: la batalla de Almansa y la batalla de Gaugamela. Empezando por esta última, es una enorme maqueta con unas 4.000 figuras muestra el combate entre las tropas de Alejandro Magno y las de Darío III. Por supuesto, la contemplación de la maqueta es una maravilla, pero si además, como fue el caso, se acompaña de la explicación de la batalla sobre el diorama, queda perfectamente de manifiesto que este método de aprender la historia y los hechos históricos es atractivo e imaginativo.

La otra gran batalla del museo es la de Almansa, que de igual modo fue explicada y detallada por el director usando la maqueta como mapa en tres dimensiones. Es un enorme trabajo de 3×5 metros y 10.000 figuras, perfectamente documentadas y colocadas.

A estas grandes viñetas hay que añadir figuras y figuras mostrando mil hechos y escenas cotidianas y, por supuesto, figuras mostrándose a sí mismas. Imposible narrarlas todas e imposible recordarlas todas, por lo que tendré que volver a visitar el museo en algún momento, con toda seguridad.

Para finalizar, dos puntualizaciones. Los aficionados a la pintura de miniaturas, solemos buscar y estar acostumbrados a la perfección en la pintura. Este enfoque es viable cuando uno dispone de semanas para pintar una figura y cuando es exactamente eso, una figura. En el caso del museo, el objetivo es la representación histórica, por lo que sin dejar de lado la pintura, no es este punto el detalle principal. Además, muchas de las figuras allí mostradas tienes décadas a sus espaldas y otras son tipo “toy” y similares.

La segunda puntualización que quiero hacer es para aconsejar prestar atención al propio edificio del museo durante la visita. Un antiguo palacio gótico que fue residencia del Marqués de Malferit hace siglos. Una preciosidad que constituye en sí mismo un atractivo. Como curiosidad, si no recuerdo mal el comentario, decir que en aquella casa pernoctó el que fuera Papa Borgia en alguna ocasión.

Dicho todo lo anterior, no puedo menos que recomendar la visita al museo, no sólo a nosotros, aficionados al mundo de la figuras y las miniaturas, sino también a todas las personas con un mínimo interés en la historia e incluso sin ese interés; disfrutarán del mismo modo. Una visita perfecta para hacer con niños, se me ocurre. Y por último, por si hicieran falta más excusas, el museo dispone de una tienda en la que se pueden comprar libros, con una muy buena selección, figuras pintadas y figuras sin pintar.

Manuel Prieto