We few, we happy few, we band of brothers

Era aún un niño cuando un libro titulado “Armas que conmovieron al mundo” cayó en mis manos.  Era un texto maravillosamente ilustrado, en él que leí por primera vez sobre los míticos arqueros británicos que enlazaban con la leyenda de Robin Hood, diestros arqueros que humillaron a vanidosos y todopoderosos caballeros medievales.

Armas que conmovieron al mundo. Vicente Segrelles

En una magnífica ilustración firmada por Vicente Segrelles (quizá todos le conocéis por su famosísimo cómic El mercenario), el libro mostraba detalle de una cabalgadura en la que una flecha había perforado totalmente la pierna del jinete por ambas lados de su muslo acorazado, para después penetrar profundamente en la silla y el arnés del caballo, e incluso finalizar su movimiento clavándose firmemente en las costillas del noble bruto (me refiero al de cuatro patas…, no al jinete que era noble – de cuna-, pero posiblemente bruto de maneras…).

Aquella historia ilustrada me maravilló, ¿Quiénes eran esos guerreros que manejaban esos arcos tan largos y potentísimos? ¿Por qué aquella arma cambió el devenir de la táctica en el campo de batalla?

Pues bien, estos guerreros son el objeto de mis últimas figuras y de este artículo. Las dos son de la firma Medieval Forgue Miniatures a escala 1/24 o 75 mm. Esta marca, haciendo honor a su nombre, dedica una parte importante de su catálogo (aunque tiene muchas referencias de otras épocas) a las figuras medievales. Sus manufacturas tienen un color de plástico algo triste, y la primera impronta no hace honor a su calidad, pero una vez desembalada la figura, u open boxing como dicen los modernos, cuando la tienes en la mano y vas encajando piezas, la verdad es que te percatas de su magnífica manufactura: el casting es muy bueno, los detalles son muy finos y precisos, y las diferentes piezas encajan unas sin necesidad de masilla, con precisión germánica en esta producción de origen ruso. Todo perfecto.

He querido emparejar las dos figuras en este artículo, pues además de ser ambas protagonistas de la Guerra de los Cien Años, juntas representan una paradoja, un antes y después en la historia bélica. Si tuviera que encabezar con una entradilla este artículo, rezaría;  “de como la altanera aristocrática medieval, encontró su Némesis en la vulgar y terrible eficacia de la canalla campesina”.

Una de las figuras representa a un cavalier francés desmontado, y en pose arrogante: “aquí estoy yo”, parece decir… Era muy frecuente que estos señores de la guerra lucharan también sin su caballo cuando la topografía era inadecuada, o la meteorología hacía poco práctica la lucha montada.  Luce una armadura mixta de placas y cota de malla, y un típico bacinete del tipo “hocico de cerdo”, muy  propio del siglo XIV y principios del XV. A mí a estos caballeros acorazados me tientan siempre pintarlos con la visera de la celada bajada: es verdad que se pierde el toque humano, pero eso me mola, pues parece que estás pintando una máquina, un robot, un fantasma y además dan un aspecto misterioso, siniestro y amenazante (Dar Vader y sus Stoormtrupper  perderían la gracia con la visera levantada…). Desde luego enfrentarse a estas “inhumanidades” armadas de lanza, espada o hacha para un campesino o levas urbanas mal equipadas y protegidas, era para tirar el escudo y poner pies en polvorosa…

En el plano pictórico tiene su aquel pintar este protagonismo metálico, alternado con los llamativos colores de vestas, gualdrapas y escudos heráldicos. En este caso he cambiado e invertido el proceso de volúmenes y luces y comienzo pintando toda la  armadura  de color aluminio puro ( o similar),  para después ir sobreponiendo sucesivas  capas de colores de forma muy sutil. Primero doy oleos muy diluidos de color azul Prusia  por todas las  superficies metálicas, para después concretar de forma más seleccionada o precisa con óleos de sombra tostada. El segundo paso es aplicar tintas con el aerógrafo (colores azul y marrón muy oscuros) de forma muy selectiva en los huecos, sobras y zonas menos reflectante de la luz. El paso final es perfilar remaches, y juntas de la armadura y demás huecos. El fin de todo ello es variado: definir bien la figura, aportar un rico juego cromático de luces a la armadura y  a la vez dar cierto aspecto de suciedad al equipo. En fin, no seré yo quien diga que lo he conseguido, sólo que lo he intentado…

La otra figura representa un mítico  arquero inglés, conocido como longbow man . Al parecer este tipo de guerreros tenían un origen humilde y rural, y se reclutaban precisamente porque el número de ricos caballeros y señores de la guerra no era suficiente en muchas territorios para formar ejércitos más numerosos. Según la mentalidad de la época,  no parecía honesto oponer a ricos y educados caballeros,  la vil y canalla chusma que disparaba innobles flechas y se resguardaba cobardemente en la distancia y tras un  barrera de afiladas estacas (de ahí leí viene el popular insulto de Chiquito de la calzada, “cobalde…”).

Pero  se dice que en la guerra y en el amor todos vale y, pelillos a la mar, todo vale  si se trataba de  reclamar los derechos dinásticas de la “pérfida Albión” en Francia.

Está documentado que estos émulos de Robin de los bosques  podían disparar hasta 15 flechas por minuto ( una barbaridad, una cada cuatro segundos), y los ingleses los reclutaron  masivamente (eran hasta baratos y cobraban la mitad que otros hombres de armas) para muchas batallas de la Guerra de los cien años. Los cronistas  de Azincourt relataron que  “se nubló el cielo por la cantidad de flechas que cayó sobre los franceses”; por supuesto que la apreciación parece más sacado de un texto bíblico  que de una crónica fiel, pero sin duda las descargas de las saetas causaron demoledores efectos en los caballeros franceses.

No era fácil ser un buen arquero:  tensar el  “cuerpo” del arma, cuya longitud de  madera oscilaba entre los 150 y 180 Cm (5-6 pies),  requería una fortaleza muscular notable, y  hacer puntería con el arco tenso requería  una firmeza sobresaliente pues  sometes al pulso a una tensión soberbia. Esta destreza sólo se conseguía con la práctica desde niño ensañada por maestros experimentados. La importancia de la recluta y su calidad era tal, que está documentada mediante la emisión de edictos por parte de los reyes ingleses que obligaban a la práctica de la arquería, incluso los domingos…, y hasta imperativa para monjes, canónigos, frailes y párrocos…

La figura de Medieval Forgue Minuatures luce el típico atuendo de los longbow, y su pose en vez de desafiante, más bien es confiada, con la mirada de las 100 yardas, pero en este caso calculadora y sopesando la distancia del enemigo y el momento más adecuado para tensar el arco, porque como reza un viejo proverbio chino “cuando el arco tensa la cuerda, la flecha debe de partir”, y ya no hay marcha atrás…

Sólo apostillar algo sobre los pequeños terrenos. Para el francés lo he situado en unas viejas ruinas románicas en la batalla de Orleans en 1421, victoria francesa. Para el arquero inglés, lo he puesto, como no…, en su victoria más apabullante, Azincourt 1415  (Agincourt escriben los británicos), y protegido por la  típica empalizada de estacas al estilo Drácula dispuestas a empalar al fino y educado “code de Honeur”…  “comme il faut…” Después los ingleses, al más puro estilo Hooligans, se tomaban sus birras en sus viejas tabernas del condado  entonando eso que Shakespeare inmortalizó sobre la batalla de Azincourt:  “We few,  We happy few, We band of brothers (*)

Referencias:

. Figuras: Medieval Forgue Miniatures tiene figuras que a mi me parecen más bonitas que las protagonistas de ese artículo, lo que ocurre es que yo estas las tenía compradas hace tiempo. Podéis ver en esta marca a ballesteros, arqueros y caballeros muy chulos.

. Películas. Filmes buenos de la Guerra de los Cien años yo no he encontrado salvo la versión francesa de la película Jean de Arch producida en 1999. En esta peli, las armaduras están muy bien conseguidas y los  asaltos a fortalezas también.

. Libros. En la biblioteca de Alabarda hay un buenísimo libro de la “Guerra de las rosas”. Muy evocador y con ilustraciones de gran calidad muy inspiradoras para pintar.

. Para quien le guste la temática española, diré que los arqueros británicos, fueron muy protagónicos y causantes de  derrota española de Aljubarrota, y el famoso Príncipe Negro británico combatió en la península a favor de los Portugueses.

The Wars of the Roses: The Medieval Art of Graham Turner

(*) Difícil traducción de una famosa frase de Shakespere en su título Enrique V : “Nosotros pocos, los felices, nosotros banda de hermanos”. De esta famosa frase en el mundo anglosajón, cogió título la famosa novela y serie homónima “band of Brothers, sobre los paracaidistas americanos en la Segunda Guerra Mundial.

José Antonio Fernández Mayoralas