Templarios y Hospitalarios en la Península ibérica

Tras la conquista de Jerusalén después de la Primera Cruzada, una vez que los cristianos se han hecho con el control de la mayor parte de la costa oriental del Mediterráneo se reanuda el comercio marítimo entre Europa y los nuevos territorios conquistados, emigrando nuevos cruzados y peregrinos impacientes con volver a pisar los lugares sagrados del cristianismo. Esta peregrinación hace que se habiliten instalaciones hospitalarias y de acogida capaces de albergar a un número creciente de fieles. El Papa Pascual II concede mediante una bula el estatus de órdenes religiosas independientes a los hermanos que atienden a estos hospitales, nace así la Orden del Hospital de San Juan, más conocida como “los Hospitalarios”.

Hacia el año 1118 llegan varios miembros de la nobleza francesa en un contingente de cruzados, uno de ellos Huges de Payens, que toma junto a sus compañeros los tres votos ordinarios de los canónigos regulares, obediencia, pobreza y castidad, añade un cuarto voto, la defensa del Santo Sepulcro y de los peregrinos que lo visiten.  

Balduino II, rey de Jerusalén, admirado por el celo de estos” Pobres caballeros de Cristo” les cede un ala de su palacio, erigido donde antes se hallaba el “Templo de Salomón”, junto a la mezquita de Al-Aqsa, desde entonces son conocidos como “Caballeros Templarios”.

En los años que se inicia la expansión del Temple por Europa, el primer cuarto del siglo XII, la zona cristiana de la Península Ibérica está dividida en cuatro comunidades políticas distintas: El reino de León que incluye dentro de sus fronteras a Castilla y Toledo, el reino de Navarra, el reino de Aragón y los condados catalanes y el reino de Portugal. Los monarcas de los reinos cristianos de la península ibérica en guerra contra los musulmanes ven en la incorporación de las órdenes militares extranjeras una importante ayuda, pero al mismo tiempo ejercen un férreo control sobre ellas lo que les otorga un papel principal en la reconquista y con este fin empiezan a hacerles donaciones, (un quinto de las tierras conquistadas, el diezmo eclesiástico, parte de las parias cobradas a los reinos taifas).

 En el reino de Portugal el Temple se convierte en orden nacional, llegando a su máximo apogeo en 1169 cuando el rey les concede un tercio de los territorios conquistados al sur del Tajo.  En Castilla y León además surgen varias órdenes militares nuevas para defender las fronteras peninsulares del empuje islámico, la de Calatrava en 1164, la de Santiago en 1170 y la de Alcántara en 1176.

Posteriormente y a lo largo del siglo XIII, tanto hospitalarios como templarios se convirtieron en poderosas corporaciones eclesiástico-militares, cuya fuerza e influencia a nivel global alcanzó una proporción formidable. Sus riquezas y sus éxitos en el campo de batalla, les aportaron un significativo poder político y militar, que se podía igualar al de muchos barones francos de Tierra Santa. Especialmente el Temple se consolidó en Francia como uno de los pilares principales de poder junto a la Iglesia y la Monarquía capetina, llegando incluso a custodiar y controlar el tesoro francés lo que motivó a las grandes esferas de poder a alimentar oscuras, heréticas y satánicas leyendas sobre el Temple con el único objetivo de socavar su autoridad y tener una excusa válida que precipitara su final.  Su caída en desgracia tuvo lugar durante el siglo XIV, a causa del corrupto proceso judicial llevado a cabo por el rey Felipe IV de Francia que sentenció al último gran maestre de la orden, Jacques de Molay, a ser abrasado en la hoguera y perseguidos todos sus miembros.

La organización interna era muy semejante, las dirigía un Gran Maestre, con su corte y su consejo y la reunión o capítulo general de sus cargos directivos. Las posesiones se dividían por reinos y dentro de éstos por prioratos. Bajo los priores vivían los bailíos y los comendadores que tenían a su cargo grupos más o menos extensos de caballeros y escuderos de cada orden. Los miembros de estas órdenes portaban una vestimenta y un equipamiento característicos de una austeridad absoluta puesto que en sus vestiduras no había sitio para la ornamentación excepto la simbología que les caracterizaba.

Los hospitalarios con hábito y manto negro y templarios con manto y hábitos blancos, símbolo de pureza. Ambos, además, en un principio lucieron un equipamiento militar similar: cota de malla que cubría al caballero desde la cabeza hasta las rodillas y casco que cubría toda la cabeza, espada de doble filo, escudo en forma de cometa, una lanza larga para las cargas y caballo de combate.

Castillo de Monzón (Huesca)

Tanto la Orden de San Juan, como la de los Templarios, tuvieron grandes posesiones en España que erigieron templos, ermitas y castillos en todos estos territorios. Gran parte de estos monumentos aún resisten el paso de los tiempos rodeados de misterios y leyendas como el castillo de Ponferrada en León, el de Monzón en Huesca, el de Peñíscola en Castellón, el de Miravet en Tarragona, el de Jerez de los Caballeros y el de Burguillos del Cerro en Badajoz y las Ermitas de la Veracruz en Segovia y la de San Bartolomé en Soria.

En el modelismo histórico la temática medieval siempre ha despertado gran admiración y las principales marcas han tenido en sus catálogos una oferta interesante dedicada a los cruzados u otras ordenes tanto religiosas como militares. Las dos figuras comerciales que mostramos en este artículo son claro ejemplo de ello.

Por otra parte y con el propósito de representar el “Sello de los caballeros templarios” (Sigillum Milites Xpisti) me propuse transformar una antigua referencia del Viejo Dragón, añadiendo una nueva figura original en la montura y hacer una interpretación libre de este símbolo templario.

Y la pieza pintada:

Miguel Ángel Pérez