Guardia Civil. Uniforme de servicio  1844

Una vez terminada la guerra de Independencia y expulsado el invasor francés, España se vio con difíciles problemas, ya que además de la pugna política entre los defensores del antiguo régimen y los de la Constituc      ión de 1812, el país estaba económicamente en bancarrota, con un territorio diezmado por años de guerra sin cuartel, al que se unía el ansía de independencia de las colonias americanas y el consiguiente esfuerzo en el envío de tropas y material para intentar sofocar dicha rebelión ultramarina.

Por tanto ante esta situación, la aparición del bandidaje no es más que una consecuencia  lógica de todos estos males. Este problema llegó hasta tal punto de gravedad que la circulación de mercancías y pasajeros por las carreteras de España (especialmente de aquellas zonas que más sufrieron durante la guerra) se convirtió en algo especialmente peligroso. Los asaltos y los muertos eran una noticia diaria.

El Estado no pudo atajar el problema más que con el envío del ya de por si sobrepasado Ejército a patrullar caminos y vías de comunicación, pero esto no fue eficaz ni suficiente ante unas partidas que conocían de antemano donde iban a producirse estas patrullas y conociendo a la perfección el terreno.

Las distintas fuerzas de seguridad (casi todas a nivel local o territorial) que se crearon o heredaron de épocas anteriores se veían superadas de igual manera en estas tareas.

Tras el termino en 1839 de la Primera Guerra Carlista y agravarse aún más el problema del bandidaje y el contrabando por los caminos, era casi obligatorio el crear una fuerza policial que a nivel nacional diera cobertura y seguridad a todos los que salieran de las poblaciones.

Así, el 28 de Marzo de 1844 por Real Decreto de S.M. la Reina Isabel II se crea un “cuerpo especial de fuerza armada de Infantería y Caballería”, bajo la dependencia del Ministerio de la Gobernación y con “la denominación de Guardias Civiles”. A los efectos de organizar esta nueva fuerza se comisiona al mariscal de campo D. Francisco Javier Girón y Ezpeleta, II Duque de Ahumada, el cual supo transmitir los valores militares y de sacrificio al nuevo cuerpo, teniendo como principal idea el velar en todo momento por la integridad de las personas y su seguridad.

No es objetivo de este pequeño articulo el hacer una relación histórica de los hechos que se sucedieron a partir de ese momento, pero valga como ejemplo en que en unos cuantos años y tras comenzar el despliegue de los guardias civiles por toda la geografía nacional, el bandidaje fue erradicado casi de raíz, quedando sólo aislados personajes (en la memoria de todos) que también con el esfuerzo y buen hacer del Cuerpo terminaron pagando sus fechorías.

Nos centraremos en este ocasión en lo relativo a la primigenia uniformidad de la Guardia Civil, de la cual también se ocupo el Duque de Ahumada, ya que su idea era encontrar un uniforme que cumpliera dos aspectos básicos;  que el uniforme fuera vistoso y elegante para lograr con ello personalidad y representación de sus componentes, y que fuese verdadero y genuinamente español, huyendo de toda similitud con el de otras naciones extranjeras.

Después de muchos proyectos, S.M. la Reina estampó su firma a la R.O. de 15 de Junio de 1844 por la que se aprobaba uno de los figurines presentados por Ahumada sobre la uniformidad a usar por los primeros Guardias Civiles.

Este uniforme se componía de una casaca larga azul turquí con botones en metal plateado y con puños y cuello de color grana con dos presillas de algodón blanco en los hombros. Un pantalón de igual color con vivo grana en la costura que para verano y épocas cálidas se cambiaba por un pantalón de lino blanco a igual manera que usaba el Ejército.

Quizás lo más llamativo fuese la prenda de cabeza, que en esta primera época no era el popular tricornio, sino un ancho sombrero semicircular con galón blanco y escarapela nacional roja, el cual se empezó a cubrir con una funda de hule negra para prevenir su desgaste al usarse en la intemperie.

En cuanto al equipo: el cinturón, los tirantes y las bandoleras que portaban el sable corto y la bayoneta, todo de color cuero natural y que más adelante se tintó a amarillo anaranjado.

A ello habría que sumar la mochila para llevar los efectos personales del Guardia para las largas marchas y el abrigo que era de un color verde con vivos granas.

Hasta bien entrado los años 60 del siglo XIX este uniforme se mantuvo más o menos igual, salvo que el sombrero se cubría para diario con la funda de hule negra, descubriéndolo sólo para días festivos.

El duque de Ahumada y sus sucesores en el cargo de Directores de la Guardia Civil mantuvieron siempre una estricta vigilancia en que la imagen del Guardia Civil fuese siempre impecable en su vestir y en su aseo, prescribiendo cuando se deberían afeitar a la semana, como se debía llevar de corto el pelo y la forma del bigote. Nunca se permitió a los componentes del cuerpo usar las populares esparteñas o alpargatas que usaba el Ejército.

En definitiva, el Guardia Civil debía inspirar respeto y dignidad en la población donde estuviese y una primera manera de conseguirlo era a través de su imagen, el uniforme. Después sus hechos a través de su entrega y sacrificio les gano esos más que merecidos honores.

La figura por tanto representa a uno de estos primeros Guardias Civiles en un momento de acción a la hora de cargar su arma para repeler un ataque.

Modelada en 54 mm usando masilla epoxidica Epofer y en la forma habitual de usar armazón de cobre sobre el que se modela la anatomía y se sigue vistiendo y añadiendo poco a poco todos los detalles.

 Antonio Meseguer