Guardia Civil en uniforme de servicio en despoblado. 1890
“Hombres de temple en silencio, que nadie escucha sufrir,
a esa sombra que nos guarda: tricornio, capote y fusil.
Al valor y a la lealtad, sin preguntar ni exigir,
a los que siguen cantando ¡Por tu honor quiero vivir!”
No soy imparcial (ni deseo serlo) a la hora de tratar el tema de la Guardia Civil. Es algo que en mi casa ha estado presente desde niño por la conexión familiar hacia esta institución.
Por eso cuando a través de la Asociación Alabarda me ofrecieron el modelar una serie de figuras con el eje central de la Guardia Civil, no lo dude ni un solo instante. Quizás a nivel modelistico sea un tema minoritario, pero la satisfacción que da el modelar/pintar algo relacionado con la historia de tu país es algo que supera el nivel de goce para ir mucho más allá.
Quise empezar la serie con la imagen icónica de un Guardia Civil de infantería (según la descripción de la época, para diferenciarlos de los Guardias Civiles de Caballería), un humilde Guardia Civil, que como el poema que encabeza este articulo, se sacrifica por el bienestar y la seguridad de los demás y con la satisfacción del deber cumplido. Exactamente como siguen haciendo hoy en día.
En la época en que está ambientada la figura (finales del siglo XIX), la Guardia Civil ya se ha consolidado como una institución clave y esencial en la salvaguarda y control de la seguridad de los caminos de España, acabando al poco tiempo de su fundación con la lacra que suponía el bandolerismo.
A través de la cada vez mayor red de Casas Cuartel, la Guardia Civil se va distribuyendo por todos los pueblos de España. Son las propias corporaciones locales de aquella época las que sabedoras de lo que un cuartel del Benemérito Instituto supone, construyen o rehabilitan caserones de su localidad para que puedan ser ocupados por Guardias Civiles y sus familias.
Dada la mayoritariamente composición rural de la España de esa época, el servicio en despoblado, uno de los más sacrificados, suponía salir en pareja a vigilar los caminos de la localidad donde estaban radicados. Esto a veces suponía cubrir grandes extensiones de monte, llanura, a veces con nieve, lluvia o sol inclemente. El control de los transeúntes por estos caminos era función principal, el que nada resultara sospechoso ni fuera de la Ley y la Real Hacienda a través del contrabando.
Nuestro Guardia Civil va vestido con el uniforme establecido para estas funciones de servicio en despoblado. Amplia casaca azul tina con puños y cuello de color grana, cubriendo los pantalones del mismo color azul con las altas polainas de paño pardo para evitar la suciedad del terreno.
El tricornio, de hule negro era de uso obligatorio para todos los componentes de la Guardia Civil, desde mandos hasta el más humilde número.
Esta prenda en función de las inclemencias del tiempo podía cubrirse con una funda de tela blanca provista de cogotera y visera.
En aquellos años, los Guardias Civiles llevaron en el cuello números plateados que correspondían al Tercio en que estaban encuadrados, sustituidos a principios del siglo XX por el emblema del cuerpo. Aún así la denominación de “números” a los Guardias Civiles sin graduación se mantiene hoy en día y enlaza con el arraigo popular de aquella época.
Para estas largas jornadas de vigilancia, los Guardias Civiles iban provistos del correaje de cuero tintado en amarillo naranja donde cargaban las tres cartucheras para la munición. Exactamente igual a las utilizadas en el Ejército. A la espalda, en bandolera en unas épocas y otras en forma de mochila, portaban la cartera de camino, dónde solían llevar lo necesario para pasar el día, además de la documentación necesaria para cualquier denuncia o incautación.
Como arma y hasta la introducción en 1893 del fusil Mauser, el Ejército y la Guardia Civil usaba los fusiles de repetición Remington con su correspondiente bayoneta.
La cartilla de la Guardia Civil era muy clara y estricta en cuanto al uniforme a emplear en estas labores y el cuidado y pulcritud que debían guardar los Guardias, ya que como en su momento estableció el Duque de Ahumada, el respeto a la institución empieza por una presencia impecable y seria. Por tanto y como ejemplo, los Guardias Civiles nunca usaron como calzado las famosas esparteñas o alpargatas que tan populares eran en el Ejército; el aseo y cuidado personal era fundamental, debiendo ir afeitados y estableciéndose incluso el largo del bigote y su forma.
La figura ha sido modelada en un tamaño aproximado de 54 mm de la manera habitual en todas mis figuras, el armazón de hilo de cobre al que se le van añadiendo aplicaciones de masilla epoxidica Epofer hasta formar una musculatura y después formar una pose que más o menos tenemos en mente. Una vez fijada la pose, se comienza a vestir la figura como si una persona normal se estuviese vistiendo: pantalones, guerrera, correajes, etc.
Lámina de José María Bueno.
Dar las gracias a Jorge Fano por pintar esta figura casi al instante mismo de salir las primeras copias y a Paco Ruiz por su pasión modelística que hace contagiarnos a todos los que nos honramos de tenerlo como amigo de seguir proyectos que de otra manera no irían mucho más allá.
Y por último desear que esta humilde serie de figuras sean un sentido homenaje al Cuerpo de la Guardia Civil y a todos los hombres que desde mediados del siglo XIX han formado parte de él con una honradez, abnegación y espíritu de sacrificio que merecen además de nuestro recuerdo los mayores homenajes personales y materiales.
Cuadro: Segundo Homenaje a la Guardia Civil. Augusto Ferrer Dalmau
“VIVA SIEMPRE HONRADA LA GUARDIA CIVIL”
Pintura
Jorge Fano
Siempre empiezo las figuras de arriba abajo, para no estropear la pintura con el manoseo mientras se pinta.
Para las carnes he utilizado una mezcla de Ocre amarillo, Caoba transparente, Carne dorada, Blanco y Negro.
Con el Ocre y el Caoba, con una puntita de Negro, hago la base, y luego voy subiendo con Carne dorada y Blanco.
Me gustan los contrastes, así que primero realizo el bosquejo de las luces y sombras, saturando el color en cada punto para que no quede “sucio” el color deseado. Una vez que se ve bien el bosquejo, con las luces y sombras en su lugar, me dedico al fundido. Esto siempre implica diluir más la pintura, y buscar los intermedios entre los tonos ya pintados.
Esta fórmula la aplico a toda la pintura general, siempre es muy bueno hacer un bosquejo, para ver la apariencia general, de cerca y de lejos, antes de avanzar en la pintura.
Para el gorro he usado Negro mate con un toque de Azul marino, subido con Blanco hasta prácticamente blanco puro. Siempre hay que suavizar los cortes de tono con veladuras intermedias. Las luces en negro son complicadas porque quedan “raras”, hasta que se difuminan. Para ello uso el Negro brillante, pero muy diluido, incluso con un toque de azul Prusia oscuro. Con estas veladuras voy difuminando las subidas de luz y “apagándolas” según conveniencia para lograr que queden bien difuminadas y den ese aspecto de brillo.
Para el azul he usado una mezcla de Azul Prusia oscuro con mucho Negro. Se va subiendo el tono con Blanco. Siempre buscando que la luz quede bien puesta.
Yo se que la parte más difícil es saber dónde va la luz, de hecho yo intento poner las luces en el bosquejo inicial siguiendo criterios de luz cenital, o para potenciar el volumen o simplemente para resaltar el área que desee. Por ello hay que dedicarle un buen rato a estudiar su ubicación final, de eso depende totalmente el resultado final. No existe una receta mágica de dónde ponerlas, cada figura pide algo distinto y el ojo del pintor lo mismo. Solo hay que buscar sacarle el mejor provecho a la escultura y al volumen.
Para los detalles en rojo, suelo usar para que éste color quede “vivo”, Bermellón con algún Verde oscuro, pero no los verdes de uniformes que son grisáceos o pardos, sino un verde intenso como el Verde militar o tipo botella. Agregando un toque de ese verde al Bermellón se crea un color marrón naranja oscuro que sirve de base. Simplemente agregando Bermellón hasta puro se hacen las luces, y agregando un toque de Negro se intensifican las sombras.
Para los correajes he utilizado el Marrón tierra, subiendo el tono con Ocre amarillo, y al final un toque de Blanco a la mezcla. Para sombra, le agrego al tierra un poco de Caoba transparente y Violeta, intensificando con Violeta y Negro. Al final realizo algunas veladuras con una mezcla de Caoba transparente y Negro en las zonas de sombra y de Tierra con Caoba para suavizar el resto.
La madera del fusil la pinto con un color marrón tipo Caoba o cualquiera parecido, y con Ocre amarillo y Carne dorada hago algunos veteados y luces. Luego ya solo es trabajar con veladuras. Yo uso una mezcla de Caoba transparente y Amarillo transparente para dar ese color anaranjado típico de los barnizados. Luego agregando algo de Negro se van dando sombra, insistiendo hasta que se note la transición del color hacia el oscuro.
Bueno, espero que a algunos les sea útil, pero lo mejor es practicar sin miedo a rectificar y probar mucho, hasta que salga.
Un saludo