El motín de la India

La primera causa a la que tradicionalmente se suele achacar el motín de la India es la famosa polémica de la grasa para los cartuchos: se corrió la voz entre las tropas nativas de que los británicos enceraban los cartuchos de rifle con grasa de cerdo y vaca. Dado que había que morder el cartucho para desgarrarlo antes de introducirlo en el cañón del arma, ello suponía, para musulmanes e hindúes, una afrenta religiosa de primer orden que convertía en «impuro» al que entrara en contacto con la grasa.

En realidad, como suele ocurrir con los conflictos a lo largo de toda la historia, nada es tan simple como pudiera parecer a primera vista. Aparte del detonante derivado del problema con los cartuchos, lo cierto es que detrás del alzamiento había otros numerosos factores sociales y políticos.

El imperio británico era demasiado grande y extenso como para poder controlarlo tan sólo con tropas europeas. La única solución era por tanto utilizar tropas originarias de cada una de las regiones ocupadas, bajo el mando y adiestramiento de oficiales y suboficiales británicos. Sin embargo, la organización de tan variados cuerpos de ejército era sumamente insatisfactoria para los nativos. No era posible, para un soldado que no fuera de raza blanca, alcanzar un grado superior al de suboficial.

Además, los diversos príncipes y reyezuelos indios perdían progresivamente poder y territorio a favor de la compañía de las indias orientales, el complejo entramado comercial, político y militar a través del cual la Corona gobernaba las colonias.

Por último, los europeos se enfrentaban a numerosas acusaciones, en algunos casos justificadas, de racismo y prepotencia a la hora de intentar imponer las costumbres occidentales por encima de tradiciones culturales y religiosas milenarias.

Todo ello se tradujo en un clima de descontento y tensión palpable para muchos. Sin embargo, a pesar de tener conciencia de la situación, lo cierto es que el alzamiento de varios regimientos nativos pilló por sorpresa a los británicos.

La figura es obra del genial Raul García Latorre. Para mi gusto, uno de sus mejores trabajos, y en la escala perfecta: 70mm. Representa a un oficial británico del segundo regimiento de caballería del Punjab, que se distinguió en varias acciones a lo largo del motín.

Los británicos recurrieron a tropas Sikh provenientes del Punjab para sofocar el motín, ya que permanecieron fieles a la Corona Británica, sin duda por su tradicional rivalidad con hindúes y musulmanes. Se distinguían además por su especial ferocidad en el combate.

Era típico entre los oficiales británicos combinar elementos del uniforme europeo, como la tradicional casaca roja, con otros locales, como el turbante, la pashmina o pañuelo, y el poshteen, o chaqueta de cuero forrada de lana.

El escultor ha hecho, como suele ser típico en sus figuras, un excelente trabajo que facilita la labor del pintor y capta a la perfección la imagen del soldado agotado por los combates y un poco «traumatizado» por la sucesión de atrocidades que ha tenido que contemplar. Todo un placer pintarla.

Josechu Sanmartín