Diego Alatriste y Gualterio Malatesta

Fragmentos de un diálogo entre Alatriste y Malatesta:

Malatesta: Buenas noches, señor capitán. ¿Os importa que apure mi jarra en vuestra distinguida compañía?
Alatriste: Dejaos de ceremonias, Malatesta, y decidme qué diablos estáis haciendo aquí, y por qué aún no habéis desenvainado.
Malatesta: ¿Aquí? ¿En «vuestra» taberna del Turco? ¿En el lugar donde pasáis los días con el joven Iñigo y con don Francisco de Quevedo… y las noches con Caridad la Lebrijana? No. Por una vez, y sin que sirva de precedente, vengo en son de paz. ¿No creéis que debemos celebrarlo?
Alatriste: Con vos sólo celebraré vuestro funeral. La última vez que nos vimos teníamos espadas en las manos, en vez de jarras.
Malatesta: En Sanlúcar, cuando lo del oro del rey.
Alatriste: Ahí os fastidié bien.
Malatesta: Sí. Pero pienso tomarme el desquite, de aquí a nada.
Alatriste: Dejadme acabar esta jarra y soy todo vuestro.
Malatesta: Tranquilo, señor capitán. Hay tiempo. Esta noche no quiero matar a nadie. Ni siquiera a vuestra merced.
Alatriste: ¿Vos sin ganas de matar?… Imposible.
Malatesta: Lo juro por el infierno en el que arderé.
Alatriste: En el que arderemos.
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Malatesta:  Yo no soy un enemigo. Soy un adversario. ¿Advertís la diferencia?… Un adversario os respeta, aunque os mate por la espalda. Los enemigos son otra cosa… Un enemigo os detesta, aunque os halague y abrace.
Alatriste: Dejaos de bachillerías. Os gustaría degollarme como a un perro.
Malatesta: Lo del perro puede valer. Pero si algo va a gustarme cuando os mate, es que nadie podrá decir que despacho a un inocente, o a un imbécil. Además, reconozco que tenéis… ¿cómo se dice en España?… Dos cojones.
Alatriste: Lo mismo digo de vos. En tiempos como éstos, cuando se compra y vende todo, desde las banderas hasta la vida eterna, el valor es lo único que no puede comprarse. Es lo único que le queda a gente como nosotros. Por eso ni vos ni yo moriremos en la cama.
 Malatesta: ¿Alguna vez habéis pensado en lo mucho que nos parecemos?
Alatriste: Hay diferencias. Yo sólo soy un hijoputa. Vos sois un hijo de la gran puta.
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Alatriste: ¿Y qué sabéis de mi biografía? No tengo más que una hoja de servicios que a nadie importa un ochavo, y la espada de la que vivo… La uso para ganarme la vida; y cuando soy soldado, para cumplir con el rey, que es quien me paga… cuando me paga… En cuanto a mi honra y mi reputación, no son asunto vuestro. De eso cuido yo.
Malatesta: Vaya. Ya salió la honra… La honra, señor capitán, es complicada de adquirir, difícil de conservar y peligrosa de llevar. Sobre todo, cuando uno empeña su vida malgastándola en defender a alguien como vuestro rey. Un rey indigno de vos.
Alatriste: Mi rey es mi rey. Es el que me tocó en suerte, y no tengo otro.
Malatesta: Pobre capitán Alatriste. Y pobre España. Reyes incapaces, ministros corruptos y frailes fanáticos os han llenado de cicatrices. Y Francia, Inglaterra, Holanda, Venecia, el turco y hasta el mismo papa os rondan como lobos hambrientos. Os vais al carajo.

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Malatesta:  Pues no es el oro lo que os sobra. Y plata, tenéis la justa. Sacrificio estéril, gloriosas derrotas, corrupción, picaresca, miseria y poca vergüenza, de eso sí que tenéis los españoles a espuertas.
Alatriste: Ya. Lo que pasa es que luego uno va y mira un cuadro de Diego Velázquez, oye unos versos de Lope o de Calderón, lee un soneto de don Francisco de Quevedo, piensa en nuestros tercios teniendo agarrada a toda Europa por los huevos, y se dice que bueno. Que tal vez algo haya merecido la pena.
Malatesta: Es un punto de vista. Pero al final, entre todos quitarán a España lo que supo ganar ella sola.
Alatriste: Será que no merecemos conservarlo. En cuanto a mí, nadie puede quitarme otra cosa que la vida.
Malatesta: ¿Veis como algo nos parecemos?… Pardiez, el día que por fin os despache me sentiré un poco más huérfano.

Comentarios de Arturo Pérez-Reverte sobre sus personajes:

Malatesta y Alatriste son muy parecidos a pesar de estar enfrentados. Es lo que les ha tocado.

Yo he conocido a Alatriste, he conocido a Malatesta, he conocido a héroes cansados y a peones abandonados por sus reyes en esquinas del tablero muchas veces en mi vida. Entonces, esa visión del héroe abandonado, del peón sacrificado en el juego de los Grandes lo he visto muchas veces. Esta mañana, hablando con un periodista, estaba pensando en un amigo mío, un mercenario portugués que conocí en Angola, cuando las guerras aquellas de África, que era un tipo que estaba con su gente allí, hubo un desastre y hubo que huir, y yo le dije «vente conmigo, que tengo un coche» y dijo «no, no, yo he cobrado hasta final de mes, me quedo con mis negros», y el tío se quedó allí. Un Alatriste, digamos… ¿Por qué? Por nada, porque era su vergüenza torera. Quiero decir con esto que esas fronteras entre el héroe y el malvado, esas relaciones entre héroes cansados no son literarias, son reales. Me limito a recuperarlas de mi memoria. Digamos que he conocido a Malatestas y a Alatristes en esas situaciones muy parecidas, algunos han sido amigos míos, algunos lo son todavía, pues esa complicidad es fácil de entender puesto que, a fin de cuentas, amigos o enemigos se trata de peones, de gente que sabe que nunca será rey, ni alfil, ni reina, ni torre ni caballo, que siempre será peón, y el peón sabe que está para ser sacrificado, en las aperturas, o en otras jugadas. Esa certeza, esa resignación profesional, ese fatalismo profesional del soldado, del mercenario, del peón cansado, digamos, no me la ha contado nadie.

Según avanza la serie se ve que en las novelas Alatriste está envejeciendo.

El de Alatriste también es un proceso de vida, como todos. Pasan los años, no solo para el personaje, también para el autor, pasan para Íñigo, para Alatriste y para mí. Entonces, claro, hay un proceso de construcción del héroe. Ten en cuenta que a Alatriste lo hemos conocido cuando Íñigo tenía doce años, lo hemos visto pues a ese héroe callado, perfecto, compacto, silencioso… ¿Qué puede hacer Íñigo con doce años? No puede hacer más que admirar a ese personaje que es mítico, el amigo de su padre… La vida, la lucidez, los años, el contacto, el verlo, te van dando ángulos diferentes, vas viendo las costuras en el traje, vas viendo los agujeros oscuros y sombríos del personaje. El lector va creciendo con Iñigo y la vista del lector se va haciendo más intensa, más lúcida a medida que la serie prosigue. Aquí no tenemos más que una etapa más.

Los silencios de Alatriste

Alatriste es un personaje que habla mucho con el silencio, y yo intento que el lector escuche los diálogos de los silencios de Alatriste. Lo que calla Alatriste es tan importante como lo que dice. Sus silencios, sus palabras, sus insinuaciones, sus frases sin terminar, sus reflexiones que parece que no conducen a nada, eso es un lenguaje específico, es una forma de hacer que el lector se acerque por los silencios a un personaje.

Alejandro Labourdette