Capitán y Trompeta de Husares de la Princesa (h. 1862)
Desde que en el siglo XVIII los principales ejércitos europeos empezaron a incorporar Húsares, estos fueron empleados como caballería ligera; sus funciones eran las de consolidar el avance que la artillería y la caballería pesada había creado en los cuadros de la infantería enemiga. La movilidad que le daba el uso de caballos rápidos y resistentes fueron haciendo de este cuerpo una fuerza importante en las estrategias militares.
En España desde mediados del siglo XVIII se fueron incorporando lenta, pero paulatinamente Húsares en el organización del Ejército.
Desde ese primer momento el uso del dolman, la pelliza, la faja de nudos y los pantalones ajustados de montar estuvieron asociados de forma indivisible con la estética de este cuerpo.
La Guerra de Independencia en la lucha contra el invasor francés supuso la consolidación de los Húsares, aunque en 1820 este cuerpo desapareció dentro de la organización del Ejército.
En 1833 reapareció de nuevo el cuerpo de Húsares esta vez con la denominación de HUSARES DE LA PRINCESA ISABEL MARIA LUISA un cuerpo creado en homenaje a la futura reina Isabel II. Y aunque en principio su formación palaciega no levantó sino reticencias en los altos mandos del Ejército, pronto tuvo ocasión de demostrar en campaña su autentico valor y potencial.
La primera guerra carlista supuso el brillante apogeo de los Húsares de la Princesa, consiguiendo como cuerpo la máxima condecoración del Ejercito Español: la Laureada de San Fernando. Convirtiéndose en ese momento dicha medalla en el emblema particular de los Húsares de la Princesa.
El comienzo de las hostilidades con Marruecos en 1859 supuso la movilización de varios cuerpos de caballería del Ejército (coraceros, lanceros, cazadores) y por supuesto, los Húsares de la Princesa. Consiguiendo de nuevo grandes victorias por el arrojo, valentía y decisión de los hombres que lo formaban.
Esta guerra de corta duración, pero brillante en las acciones bélicas acontecidas supuso la consolidación definitiva de este cuerpo y poco a poco fueron surgiendo otros regimientos de Húsares: Pavía, Calatrava y Bailen.
La paulatina reorganización del Ejército supuso que finalmente quedaran como únicos representantes de este cuerpo, los Húsares de la Princesa y de Pavía. Volviéndose a cubrir de gloria y recompensas en todos los conflictos en que participaron: tercera guerra carlista y campañas coloniales en Marruecos.
En 1931, el nuevo gobierno de la república movido por la ignorancia y el rencor, hizo desaparecer varios cuerpos de ejército que ellos creían unidos a la Monarquía, entre los que se encontraban los Húsares.
En los años 40 y de nuevo tras la organización del ejercito se volvió a asociar a varias unidades mecanizadas en la historia secular de la caballería española y reaparecieron de nuevo los Húsares de la Princesa y de Pavía.
Gracias al encargo de un coleccionista, gran amante de lo que este brillante cuerpo ha significado en la historia militar europea, se llevaron a cabo estas dos figuras.
Modeladas en 54 mm. y usando exclusivamente masilla epoxidica Epofer representan a un trompeta y a un oficial (Capitán) de Húsares de la Princesa hacía 1862, después de los combates en Marruecos. El oficial luce en la pelliza la medalla por esta campaña.
Las poses son sencillas dado que se buscaba el que se lucieran los uniformes y sus diferentes detalles característicos.
Los dos usan el kepi que se utilizaba en aquella época, posteriormente se cambió por el colback de pelo, pero únicamente para el uniforme de gala.
Los trompetas vistieron siempre el dolman y la pelliza con colores trocados, para así ser rápidamente localizables por los oficiales.
Las prendas usadas por los oficiales eran exactamente igual en diseño que las empleadas por el resto de empleos, pero evidentemente confeccionadas en telas de mejor calidad y corte, dado que los oficiales se confeccionaban de forma particular sus uniformes.
El caballo es una copia en resina de la nueva referencia de Metal Modeles y la elegancia y perfección en el modelado lo convierte en una base ideal para exhibir cualquier figura montada.
El caballo del oficial lleva marcado en el anca izquierda el hierro del criador dónde fue adquirido. Los caballos de la remonta o comprados a criadores para ser empleados por la tropa, llevaban además marcado en la otra anca el emblema real (una R coronada) y cortada la punta de la oreja derecha, para así dificultar su venta en caso de sustracción.
Para mí como amante de la historia militar española y de la uniformología ha sido un autentico placer poder llevar a cabo estas dos figuras. Con el posterior trabajo de pintura es cuando cobraran definitiva vida y saldrán todos los pequeños detalles de este magnífico y elegante uniforme.