Caballería Imperial – 1630  (70mm)

Cuando uno lleva ya un tiempo en esto de las figuras tiene dos opciones, ambas muy válidas: mantenerse en una línea de evolución tranquila y disfrutar de la afición sin meterse en camisas de once varas, o bien salir de la zona de confort y afrontar proyectos que requieren de un esfuerzo extra y con resultados inciertos a priori. Esta última opción la he tomado en varias ocasiones en los últimos años, combinando trabajos asequibles a mi experiencia y cualidades con otros que se adentraban en terreno desconocido para mí.

Hace unos meses se me metió en la cabeza modelar de forma completa una figura montada. Alguna vez he pintado un caballo, pero nunca me había metido en el modelado de uno desde cero. Esta ha sido mi última pirueta modelística.

Para empezar consulté diversa documentación sobre caballos, fotos, artículos, trabajos de otros modelistas y algunas figuras de varias marcas que tenía por casa. Modelar un equino te obliga a cambiar el chip, no es lo mismo que una figura humana. El primer paso, y creo que esencial, es conseguir unas proporciones adecuadas a la escala, en este caso los 70mm. Si esto falla el resultado no será satisfactorio.

Todo se complica un poco más si se tiene en cuenta que quería sacar copias en resina, por lo que tuve que pensar en todo momento cual era el mejor despiece para no tener problemas con la silicona y la resina. También me di cuenta de lo importante que es en este caso la simetría, que desde cualquier ángulo desde el que se observe se mantenga una harmonía.

Metido en masilla el trabajo fue laborioso y estuvo sujeto a constantes retoques y modificaciones. Por supuesto para esta primera vez la pose elegida es relativamente sencilla, parado y con las cuatro patas bien plantadas. Con algunos compañeros de Alabarda estudié el primer prototipo, hice correcciones y saqué unas copias en resina que me sirvieran como patrón. Sobre una de estas copias hice más retoques y empecé a “vestir” el caballo con la silla de montar y los correajes.

Paralelamente fui modelando el jinete que, aunque es un terreno algo más conocido para mi, tenía la singularidad de que tampoco había modelado ninguno. Aquí destacar que me preocupó sobremanera que guardara bien la escala con respecto al caballo.

Con muchísimas dudas sobre el resultado final saqué las primeras copias para pintar. Con los pinceles lo he pasado un poco mal por lo incierto del resultado y por que, como he dicho algunas veces, la pintura no es lo que más me gusta de esta afición. Me obligo a pintar porque de esta manera soy el primero en evaluar el trabajo de modelado previo, información de primera mano que me sirve para saber en donde me equivoco y en donde acierto.

Como conclusión decir que estoy razonablemente satisfecho del resultado final, lo que me anima a abordar próximamente nuevos proyectos de figuras montadas, aunque ahora me daré un pequeño respiro.

Rafael Cebrián