1812. La debacle de la Grande Armée

Reflexiones del Granadero de la Guardia Albert Girardon.

Diciembre de 1812, Rusia, Napoleón ha vuelto a Francia y su gran ejército está en retirada tras sufrir una gran derrota.

El invierno es implacable, el frío muy intenso, nieva, y la humedad te atraviesa hasta el hueso. El avance es penoso, los pies no los siento, llevo a hombros al pequeño tambor François Moreau. El chavalín era muy alegre y simpático, nos hacía reír. Le habíamos acogido como si fuera nuestro hijo. Es un crio cariñoso y muy afectivo. Pobrecillo, ha perdido su alegría, tiene fiebre y ya no puede seguir el ritmo. No puedo dejarlo abandonado, mientras me duren las fuerzas lo seguiré llevando. ¡Il fait trés froid!

¡Ojalá consigamos llegar a nuestra patria!. Añoro mi pequeño pueblo, Nogent sür Oise, setenta kilómetros al norte de París, ¡mi refugio, mi paraíso!, y a mi querida y amada Anne Marie ¡Mon partenaire, l’amour de ma vie!. Si lo consigo, me quedaré con el chico, pienso adoptarlo, seguro que será la alegría de nuestro hogar. ¿conseguiremos sobrevivir?.

He envuelto mis zapatos en varias telas por aislarlos del hielo y la nieve, aún así, el frío me atraviesa. ¡Mes pieds sont gelés!

Recuerdo cuando, en junio pasado, el mayor ejército de la historia, casi 700.000 efectivos, cruzábamos el río Niemen camino de Moscú. ¡Que grandes nos creíamos! ¡Cuánta era nuestra confianza! ¡Nuestros pechos henchidos! La victoria sobre los rusos era cuestión de tiempo. Creíamos que poco tiempo.

Nuestro glorioso y victorioso ejército ya no existe. Las victorias de Smolensk (16-18 de agosto) y Borodino (7 de septiembre) son un vago recuerdo, como una broma del destino. Nosotros, los victoriosos franceses, orgullosos y engreidos ya no somos ni sombra de lo que fuimos. Los vencedores en todas las batallas, los que han puesto bajo sus pies a media Europa, ¿donde quedaron?.

¡Qué frío más horroroso! Temo la noche y las ventiscas. La continua caminata y cargar con el chico es muy díficil, me faltan las fuerzas. Me siento agotado. Podríamos abandonar el tambor, llevaría menos peso a la espalda. No, por ahora no, el pequeño François no tiene más posesiones, es lo único que le queda y quiere volver a redoblar con él cuando vuelvan los tiempos gloriosos de nuestro ejército. ¡Si algún día vuelven!, ¡Que difícil y lejano lo veo!. ¡Allons enfant de la patrie, Le jour de gloire est arrivé!…

¡Mon Dieu!, ¿Cuánto más vamos a sufrir ?. Siento ganas de abandonarme, dejarme caer y esperar la muerte para que acabe este calvario. ¡No puedo hacerlo!, por el chico y por los compañeros.

El 14 de septiembre conseguíamos llegar a Moscú, nos considerábamos invencibles, el Emperador y su ejército llegábamos a la capital de los rusos, esta Nación ya es historia, ¡Rusia ha sido derrotada!. Kutusov y su ejército ya no existen. Eso nos creíamos, ¡La Victoire! ¡Qué ingenuos! ¿Victoriosos?.  

¡Que enorme error el nuestro! Habíamos conquistado una ciudad fantasma, desalojada de habitantes y vaciada de suministros. ¡Merde! ¡Asi no se hace la guerra! ¡Malditos sean el zar y sus súbditos!.

Los rusos se retiraron siguiendo una política de tierra quemada. ¿Qué habíamos conquistado?. ¡Nada!, ¡Rien de rien! Edificios vacíos, la mayoría arrasados por el fuego que originaron ellos mismos.

No quedaba nada de comer, nuestras líneas de abastecimiento no conseguían traer todo lo necesario. El fuego había quemado más de tres cuartas partes de la ciudad. Los edificios de madera ardieron como la yesca, los palacios y grandes edificios de piedra si se salvaron de las llamas, no había sitio suficiente, no podían albergarnos a todos. Nos cobijábamos en cualquier chamizo o ruina con un pequeño techo. ¡Il fait froid, trés froid!.

Seguimos caminando, el esfuerzo del avance por estos caminos, nos hace sudar, ¡Una gran ironía sudar con este frío! El sudor se enfría, se hiela sobre la piel, te moja desde dentro. Da igual cuantas capas de ropa te pongas. El frío viene de dentro y de fuera. Es imposible mantenerse seco.

Se pensó que el Zar Alejandro I, iba a capitular. No lo hizo. Esperamos.  Pasó el tiempo y la penuria cada vez fue mayor. Pasábamos hambre. Con el final del otoño el frío empezó a ser importante.

Seis semanas después, no pudiendo aguantar más, Napoleón, el 19 de octubre, ordena la retirada. La cercanía del invierno hacía insostenible mantener soldados franceses subsistiendo duramente entre las ruinas de Moscú. ¡La terrible odyssée a commencé, il a fallu battre en retraite!

Tenemos que ir a pie, los caballos han muerto por falta de pastos y, nos los hemos comido. ¡Que difícil es el avance! Los caminos están embarrados, los pies se pegan al terreno y cada paso es un triunfo.   

Kutúzov desplegó tácticas de guerrillas para hostigarnos y atacarnos constantemente donde nuestro ejército era más débil. Las tropas cosacas emboscaban a nuestras unidades aisladas o descolgadas. Muchos murieron. ¡La mort nous suite!.   

Los cuervos también nos acompañan, no son buen augurio. Esperan que alguno de nosotros se desplome para agredirle. Es espantoso ver como se abaten y picotean a los compañeros que flaquean y caen. Lo primero que atacan son los ojos. ¡Un spectacle très désagréable!. Por suerte, o quizá no, alguno consigue librarse de los cuervos, algún otro se quedo ciego en el ataque y después de grandes dolores y sufrimiento, casi todos, acaban claudicando, perecen tras una horrible agonía.     

El cruce del río Berezina, el 26-27 de noviembre, fue el punto final de La Grande Armée. Los rusos habían destruido los puentes. Nuestros ingenieros consiguieron construir un paso provisional. La caballería cruzó rápidamente mientras que la infantería protegía la retirada, a costa de enormes pérdidas. Gracias a un segundo puente, construido por la vía rápida, se consiguió atravesar con los cañones, de tal forma, que la artillería protegiera la retirada desde la otra orilla.

No podemos parar, los pies y las manos se congelan. ¡Nous devons continuer! Muchos compañeros han perdido uno o varios dedos, se los hemos tenido que amputar, en ocasiones, se infectan y después de muchos dolores, algunos mueren.

Napoleón y su estado mayor salvan el Berezina a mediodía del día 27. Después se produjo una gran desbandada. En los intentos de alcanzar el puente muchos compañeros cayeron a las heladas aguas, pereciendo. Nos atropellábamos unos a otros, cundió el pánico seguían cayendo al río muriendo de hipotermia, otros perdieron la vida aplastados por la multitud o bajo el fuego enemigo.

¡Mon Dieu, cuantas formas diferentes de morir!  Va a ser muy díficil escapar de la guadaña de la Parca. ¡La mort nous suit!

La ventisca y la nieve nos hielan hasta las pestañas. Los bigotes y barbas se humedecen, se hielan. Parece mentira, ¡Cuánto pesan! nos tiran de las mejillas, parece que nos arranca la piel. Hay que seguir, no podemos abandonarnos.

Somos un pequeño grupo de desarrapados que caminan mecánicamente. No se como podemos continuar. No hay que abandonarse. El único pensamiento es poner un pie detrás de otro y seguir avanzando. ¡Allez-y les amis!. No podemos caer en las manos de Thánatos, hay que escapar de sus garras.

Gran cantidad de los soldados de otras nacionalidades hace mucho que nos abandonaron, a la primera oportunidad desertaron. En nuestro grupo solo hay franceses. Nos hemos retrasado del gran grupo, seremos cerca de 50. Supongo que al anochecer podremos reunirnos con los demás, siendo sólo cinco estamos demasiado expuestos.

Los ataques constantes de cosacos y soldados rusos, por suerte, han disminuido considerablemente. Aún siguen hostigándonos. Estamos muy cerca de la frontera. Quizá al salir de Rusia dejen de acosarnos.

Me vuelvo de vez en cuando para ver que los demás nos siguen. Detrás viene un dragón, es Adrien Boissieu. Un tipo enérgico y valiente. Menos mal que todavía conserva su fúsil. Ha enfrentado a los que nos emboscaban. Gracias a él aún seguimos vivos. Parece que, finalmente, las inclemencias del tiempo le están haciendo mella, ya no es tan arrojado, puede que caiga enfermo. Creo que, ahora, soy el que marca el ritmo. ¡Je suis le leader, je ne peux pas abandonner!. No puedo decaer ni por el pequeño François ni por mis compañeros. Tenemos que conseguir alcanzar al resto.

Un poco más atrás caminan Paul Cambar, un tipo de infantería y otro dragón, Charles Lasarre. Cambar es huraño y malencarado. El frío y la dureza de la retirada le han suavizado. Sabe que, si se quedara solo, no duraría mucho. Va abrazado al dragón, ayudándole a caminar. Lasarre, como buen soldado de caballería, no está acostumbrado a caminar, debe tener los pies destrozados. No puede, ni debe, quitarse las botas, si llegara a hacerlo no podría volver a ponérselas. Charles Lasarre es de buena familia, un poco clasista y con ciertos aires de grandeza. Cuando se unió a nosotros iba a su aire y no se rebajaba a hablar con los demás. El tiempo le ha bajado los humos, ya no es tan altivo, se ha dado cuenta de que las penurias compartidas se llevan mejor.

Estamos pasando por delante de una casa de campo, podría servirnos de refugio. No, no podemos parar, nos retrasaríamos mucho más del gran grupo, preferimos continuar la marcha. La mayoría de las casas que nos íbamos encontrando, como una mínima venganza y por odio, las quemábamos. Ya no tenemos ni ánimo, ni ganas de perder el tiempo, ¡Hay que seguir avanzando!.

Hay que alcanzar a los demás. En grupo nos protegemos unos a otros. Por la noche nos amontonamos para darnos calor, dormimos sentados, apiñados todo lo posible. Cuando podemos hacemos un fuego, pocas veces, pues delata nuestra presencia y somos presa fácil para las unidades rusas que nos siguen muy de cerca.

Nos acompaña un perrillo, de raza indefinida, se ha hecho muy amigo del pequeño François. Hace un par de meses que lo encontró, le dio algo de comer y, desde entonces, nos sigue a todas partes. Le hemos llamado Kutusov, el pobre perrillo no tiene la culpa pero Kutusov es un perro que nos está haciendo sufrir. No nos lo hemos comido, al perrillo no a Kutusov, porque nos hemos encariñado con él, pero quizá llegue el día en que nos sirva para subsistir un poco más.

Nuestra marcha es lenta. Agotamiento, miedo e hipotermia ralentizan la retirada del ejército a través de vías barrosas e impracticables. ¡Ya está muy cerca la frontera! Eso nos da ánimos para seguir.

Me duele pensar la Patria, ¡Francia cada día más cerca y aún tan lejos!. ¡Oh la France, j’ai tant désiré la France!.

Napoleón sufre una aplastante derrota de en Rusia. El General invierno y el ejército de Kutusov reduce la “Grande Armée” al 20% de sus efectivos. Se estima que cerca de 400.000 soldados perecieron, muchísimos de los no franceses desertaron y algo más de 100.000 fueron hechos prisioneros. La cantidad de material abandonado es ingente.

En el otoño-invierno de 1812, las tropas de Napoleón sufren un duro revés durante la campaña de Rusia.  Los combates, las enfermedades y el frío intenso acaban con tres cuartas partes del ejército francés.

Los rusos impidieron el paso hacia la ruta del sur de la Grande Armée, una ruta más adecuada para la retirada; por ello las tropas de Napoleón regresaron por el camino que ellas mismas habían arrasado durante su avance hacia Moscú. Fueron aniquiladas sin necesidad de una costosa batalla, la «Grande Armée» se desintegró.

Pensaron que llegar Polonia, estado satélite de Francia, sería su salvación pero no, Kutusov les persiguió y hostigó durante su avance por Polonia y Prusia.

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La escena

Albert Girardon (Granadero) y François Moreau (tamborcillo), figuras metálicas de Andrea Miniaturas en 54 mm, referencia S7F26. Representa a un Granadero de la Guardia de Napoleón llevando a cuestas a jovencito tambor y en retirada después de una desastrosa campaña en Rusia a finales de 1812. 

Adrien Boissieu, (dragón), figura metálica de Andrea Miniaturas referencia S7F33 de 54mm. La figura representa a un dragón envuelto en su capote y abrazado a su fúsil, avanzando penosamente contra la ventisca de diciembre de 1812.

Paul Cambar (infantería) y Charles Lasarre (dragón), de Art Girona referencia GN-45, Serie de las Guerras Napoleónicas. Son dos figuras avanzando penosamente, abrazadas por no perder calor corporal.

Perrillo de Andrea, en metal de la referencia SGA41, haciendo compañía a los soldados en su avance y pasando más frío que «un perro chico».

Cuervo de Green Stuff en resina, siguiendo al grupo, esperando a que caiga alguno de los que caminan con gran esfuerzo, para abalanzarse sobre él.

Casa rusa es de Dio dump, referencia DD045, en escayola mejorada con algunos detalles decorativos de madera.

Espero que os guste.

Alejandro Labourdette